Google está desarrollando su propia plataforma de transporte alternativo en coches particulares para competir con la aplicación Uber, que pone en contacto a usuarios con choferes aficionados, y en la que el gran buscador de Internet tiene una participación. Google Ventures, el brazo inversor de la compañía, invirtió 258 millones de dólares en Uber en agosto de 2013.
Bloomberg explica que el vicepresidente de desarrollo corporativo de Google, David Drummond, que se incorporó al consejo directivo de Uber en 2013, ha informado a dicho consejo de esta posibilidad, y según fuentes cercanas al consejo, señalan que Uber se está planteando pedir la dimisión del ejecutivo de Google.
Durante el pasado Salón del Automóvil de Detroit, Chris Urmson, ejecutivo a cargo del proyecto habló de un posible escenario con autos autónomos que recogiesen y dejasen en su hogar a diferentes vecinos. “Los estamos pensando muchísimo. A largo plazo puede impactar muchísimo en la forma de vida y esta no es la única manera en que lo imaginamos”, dijo. Larry Page, cofundador de Google ha confesado que la eficiencia en el transporte urbano es una de sus obsesiones. Esto justificaría los 966 millones de dólares empleados en la compra de Waze en junio de 2013.
Con el comienzo del año, Uber ha dado un sutil giro en su forma de hacer negocios y, sobre todo, proyectar su imagen. Se ha atenuado el fuerte carácter y las declaraciones de su consejero delegado, Travis Kalanick, y se ha intentado acallar las críticas por el casi constante “precio elevado”, que multiplica la tarifa inicial con ofertas. Especialmente en San Francisco. El ‘surge pricing’, como llaman a la fluctuación que puede llegar a multiplicar por cuatro el precio básico de un viaje, pretende atraer a más conductores en momentos de gran demanda. Para tratar de mantenerlo bajo, durante 10 días ofrecieron una tarifa plana de cinco dólares de cualquier punto a cualquier de la ciudad, siempre que se estuviese dispuesto a compartir viaje, circunstancia que no siempre se da, con otro pasajero. Lyft, su competidor, hizo lo propio dejando a 2,25 dólares cualquier movimiento dentro de la zona más concurrida del municipio. Ambas firmas argumentaron que esta medida potenciaba la eficiencia y pondría menos coches en el trazado urbano.
A Uber este nuevo movimiento del buscador podría dejarle fuera de juego. Al menos esa es su preocupación. No tanto en el aspecto comercial, como en el tecnológico. Uber no solo cuenta con la aplicación que usa el consumidor, sino que cuenta con otra dedicada a los conductores que se basa en Google Maps. Una ruptura entre ambos los empujaría a buscar socios alternativos en cartografía urbana. Tanto Apple, con un sistema que ha mejorado notablemente, como MapQuest podrían ser candidatos.
La investigación sobre el uso de autos sin conductor atrae a la industria del automóvil. Mercedes, Audi y Tesla investigan también en este campo. Durante el pasado CES de Las Vegas, el mayor evento mundial de tecnología de consumo, Mark Fields, consejero delegado y presidente de Ford, hacía una declaración ambiciosa: “El auto sin conductor será una realidad en 2020”.
Por su parte, Uber se ha aliado con la Universidad Carnegie Mellon para investigar sobre el desarrollo de su propia tecnología de vehículo autónomo, según publica la compañía con sede en la calle Market en su blog. Andrew Moore, decano de la facultad de informática, explica en dicho anuncio la motivación para sumarse a esta iniciativa: «Ofrece retos muy interesantes en la intersección entre la tecnología, movilidad y la interacción humana». Este centro es conocido por sus estudios en robótica, el Mars Rover salió de sus laboratorios.
En mayo de 2014 fue la primera vez que Uber habló de esta posibilidad. Ante el posible malestar de su ejército fluctuante de conductores temporales, no volvió a tocar el tema.
La expansión de Uber se ha visto frenada en muchos países por impedimentos legales, ya que se considera competencia desleal hacia lo taxistas que operan con licencia. La valoración actual de Uber supera los 41.000 millones de dólares.
Fuente: El País.